66/2016
LUGARES DONDE
HABITAN MIS FANTASMAS
No es que en esos lugares que refiero
habiten fantasmas. (O a lo mejor, sí). Lo que digo es que mis fantasmas propios
residen en ciertos lugares que siempre fueron y serán parajes mágicos en mi pensamiento.
EL PARQUE DEL CAPRICHO
A él, -a aquel
muchacho iniciático-, lo llamaba Hermes, creyéndolo por entonces el heraldo de
los dioses y el guardián de las fronteras entre la adolescencia recién
abandonada y una juventud con sabor a todo por hacer.
Hace muchos, muchos años, (aquéllos en los que aún existía en
la carretera de Barajas la discoteca NORDISKA, y en mi corazón la ilusión
indefinida de suaves melodías nocturnas y bailes lentos donde se desperezaban
las primeras pasiones), pasé por delante de sus verjas. Más allá de las
impresionantes y maltratadas herrumbres se extendía un jardín crecido a su antojo,
sin mano de jardinero que metiera en vereda sus ganas de ver mundo propagándose
en todas direcciones.
Hermes, el
muchacho que me acompañaba, me aclaró que se trataba del Parque del Capricho,
una finca adquirida por la duquesa de Osuna en el S. XVIII, donde mandó
construir un palacio y un parque de tal belleza que muchos de los fantasmas que
andaban sin residencia fija por las afueras de Madrid decidieron trasladarse a
aquel recinto, distribuyéndose como buenamente acordaron; los unos en las
estancias del palacio huyendo de las calores y los fríos siempre extremos de esta
ciudad sin términos medios; los menos ambiciosos, allá por sus jardines donde
algunas tentadoras náyades de tierra adentro ya habían tomado posiciones en sus
distintas fuentes reclamando requiebros de agua y de frescura.
Con el tiempo he
aprendido que los parajes más delicados y bellos cobijan siempre resguardos misteriosos
que tienen un no sé qué de irresistible para los señores de la guerra.
Quizá fue esta querencia al sosiego de quienes no saben cómo forjarlo
lo que llevó a los ejércitos napoleónicos primero, y a los de nuestra
lamentable contienda después, a enseñorearse de tan exquisito lugar,
convirtiéndolo en cantina cuartelera o en refugio con nombre de novela del
Coyote. Lo cierto es que, en un momento determinado de nuestra historia
reciente, aquel recinto fue rebautizado con el nombre en clave de “POSICIÓN
JACA”, y hendido en sus entrañas para modelar un bunker desde donde los
generales Miaja y Rojo dirigieron el frente de Madrid como se cuenta en éste y
algún que otro enlace.
Ya se sabe: desde
lo de Atila, en donde pisan los pies y los caballos –un decir- de los ejércitos,
se desbarajusta lo natural. A la tierra se le arrodean los humores, la yerba se
echa a agazaparse y el ramaje a asilvestrarse de semejante manera que acaban por dejarle los
espacios expeditos a los fantasmas, porque quitarle las marañas se convierte en
tarea de “ya lo haremos más tarde” que nadie acaba por hacer.
Así, enmarañado y
lleno de sombras fantasmales, vislumbré yo apenas El Jardín del Capricho, desde
la ventanilla del autobús que nos llevaba al Club Nordiska, a mí y a aquel
muchacho del que sigo recordando su nombre mitológico; nombre que, convertido
en elfo de un jardín abandonado, se quedó merodeando para siempre entre mis
viejas irisación apenas sospechadas una tarde de entonces durante unos pocos
segundos.
A estas alturas
de la vida, el ejército de los años ha librado bien su batalla dejando mi figura
devastada y mi corazón intacto.
Mejor suerte ha
corrido el Parque del Capricho. Allá por los años 70 del siglo pasado, un
activo grupo de vecinos aledaños empezaron a meterle prisas y garrochas a los de “ya
lo haremos” consiguiendo que fueran saneados los paisajes y el paisanaje de tan
bellísimo lugar.
Meter en cintura
los recuerdos es lo mismo de trabajoso que chasparle las pestugas a un
acebuche. Esta noche pasada Hermes, el nombre del muchacho iniciático cuyo
recuerdo casi se me extravía, se me ha colado entre la maraña de mis sueños
recordándome que una tarde de otoño de 1963 pasamos por delante del caprichoso
jardín donde se nos perdió un fantasma que pudo ser y no fue.
No sé si el
Hermes de entonces seguirá vivo. Ni siquiera sé si lo reconocería si nos
cruzáramos en algún moderno autobús de la Empresa Municipal de Transportes.
Pero me pregunto si el duende del recuerdo de Hermes seguirá merodeando por el
Parque del Capricho, ya despestugado, rehabilitado y abierto al público.
Por si así fuera,
voy a reservar la posibilidad de reencontrarme con ese fantasma, el nombre de
Hermes que, convertido en geniecillo inmortal, debe seguir merodeando de fuente
en fuente por unos jardines que sobrevivirán a cualquier ser humano que pise
sus veredas.
INFORMACIÓN DE INTERÉS PARA QUIEN QUIERA VISITAR A MIS FANTASMAS
Datos de interés. Información
Turística (Tomada de internet)
Dirección: Paseo Alameda de Osuna, 25
28042-Madrid
Zona turística
Teléfono: (+34) 91 588 01 14
Metro: El Capricho (L5)
Autobús: 101, 105, 151
Precio
- Gratuito. Aforo máximo: 1.000
personas.
- El acceso de animales, incluso
atados, no está autorizado.
- El acceso con bicicletas y
patines no está permitido
- En el Jardín no se puede jugar a
la pelota
- No está permitido comer en el
interior del Jardín
Horarios
Del 1 de octubre al 31 de marzo:
sáb - dom y festivos 9:00-18:30 h
Del 1 de abril al 30 de septiembre:
sáb - dom y festivos: 9:00-21:00 h
Visitas guiadas gratuitas Búnker: sábados y
domingos: 10:00, 10:30, 11:00 y 11:30 horas con una
duración de media hora y un aforo máximo de 20 personas por turno
(a partir de 8 años. Máximo un niño/a por adulto). Es
necesaria reserva previa.
Para más información e
inscripciones:
- Teléfono: 916 397 869. De
lunes a viernes de 09:00 a 13:00 horas.
- Correo electrónico: paa@talher.com
- Correo electrónico: paa@talher.com
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