04/2014
Imagen tomada de: http://nomadas.abc.es/galeria-de-fotos/virgenes-comma-santos-y-martires/
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Santa Verdularia |
CREER en la muerte...
...es CREAR muerte.
(De la Serie CREER es CREAR.
A propósito de la visión de la
muerte en organizaciones como EL OPUS: “Morir antes que no perseverar")
Hay en la Mediación un
Principio, el de la NEUTRALIDAD, que es lo que me conquistó definitivamente
para la causa. Cuando tengo que explicar a mis alumnos lo que es la
NEUTRALIDAD, tan confundida a veces con la IMPARCIALIDAD, me limito a
establecer esta simple -que no simplista- diferencia: la IMPARCIALIDAD opera
sobre nuestra postura equidistante respecto de las PERSONAS; la NEUTRALIDAD
tiene que ver con la postura respecto de la SOLUCIÓN DEL CONFLICTO.
El Mediador íntegro y eficaz
NUNCA, repito: NUNCA se permitirá a sí mismo acunar una idea propia sobre la
mejor manera de resolver cualquier conflicto. Porque la experiencia del
Mediador frente a un conflicto ajeno nace de su personalísima experiencia,
adquirida en el entorno de sus propias vivencias históricas, que nada tienen
que ver con la experiencia de los que viven un conflicto ajeno al Mediador.
Ello viene a cuento y al
hilo de la forma que algunas personas u organizaciones utilizan para
desautorizar los pensamientos y decisiones ajenos, haciéndolos zozobrar dentro
de sí mismos.
No podemos olvidarlo: Somos
lo que creemos.
Y si en lo que creemos es en
la muerte, acabaremos muertos.
Aún recuerdo aquella
horrible “jaculatoria” que a punto estuvo de encaramarme a la barandilla del
balcón del último piso de mi casa y echarme a volar como un ángel caído:
¡ANTES MORIR QUE PECAR!
¡Qué terrores juveniles; qué
errado horror!
Quienes así me aleccionaban
(y confundían) me dieron a leer tres libros de vidas ejemplares que casi acaban
con mi hermosísima vida:
-Conchita Barrecheguren
-Maribel: el ángel de
Trujillo
-María Goretti
Hasta tal punto llegué a
desear dejar de ser una “yo” tan humanamente pecadora y convertirme a la
ejemplaridad de aquellas jóvenes “ejemplares”, que casi me pasé la adolescencia
deseando que me agarrase una tuberculosis galopante que me pusiera el babi como
el mandilón de un carnicero, o que llegase de una vez un fornido y brutal
violador al que poder resistirme para que me rebanara la garganta mandándome
directamente al cielo de los desangrados.
Por entonces me enseñaron
que CREER en Dios era MORIR por Él. Y a fe mía que casi me murieron de tanto
hablarme, entre otros, del "pecado nefando" que licuaba los sesos y
enloquecía a sus acólitos.
¡Las virguerías que tuve que
hacer para no andar por la calle como las locas y que la gente no sospechara de
mis actividades vitales!
¡Ay, los teísmos demandantes
de víctimas, qué contrarios son a la esencia de la vida!
¡Menos mal que, como el Dios
de mi corazón, yo sigo viva!
Y es que toda CREENCIA
inducida que conduzca a la propia inmolación va contra la índole de la
naturaleza, cuya pulsión es la permanencia.
Por eso, para poder CREER en
los demás, es imprescindible creer en nosotros mismos como PERSONAS, y no en el
“PERSONAJE INDUCIDO” que otros dibujen
en nuestra conciencia, tomándonos como modelos de su peculiarísima “obra”.
Mi decisión más sensata y
renovada diariamente es HUIR, COMO DEL MISMÍSIMO DIABLO, DE LOS QUE SIEMPRE
SABEN MEJOR QUE YO LO QUE YO DEBO HACER, PENSAR O DECIR.
Por eso, rehuyo y huyo de una
Sentencia humana más que del fuego fatuo.
Porque creo firmemente que
en una Sentencia humana casi siempre muere la esperanza en la Justicia. Y si,
como muchos pregonan desde los púlpitos del poder, hay que creer en la Justicia
como en un dios, sin posibilidad de discutirle, protestarle y vindicarle su divinidad, me declaro IurisAtea, precisamente porque soy Jurista practicante.
¿O acaso existe una
Sentencia NEUTRAL?
Llegados a este punto, no
puedo por menos que remitirme a la angustia que reflejan algunas víctimas de la
AUSENCIA DE NEUTRALIDAD, cuya fe en los mandamientos ajenos los condujo a la
muerte, como se cuenta en algunos enlaces:
ebe
:
«Hay que pedirle
al Señor que nos mande
la muerte antes que no perseverar»
(Escrivá, “Meditaciones”, V, pág. 404)
la muerte antes que no perseverar»
(Escrivá, “Meditaciones”, V, pág. 404)
Este consejo de Escrivá, de “desear la muerte” antes que abandonar el Opus Dei, ¿puede provocar pensamientos suicidas, en quienes tengan una salud psicológica delicada? Tal vez no, siempre y cuando se permanezca dentro del Opus Dei (no sin una gran angustia). Pues, fijémonos que se persevera dentro del Opus Dei porque de lo contrario Dios mandará la muerte (y habrá que considerarla “un acto de misericordia”, una “gracia de Dios”). ¡Qué motivaciones ocultas más sorprendentes! ¿Por qué se permanece en el Opus Dei? Al menos, una de las razones más importantes es que afuera está la muerte...
Ahora bien: si
Dios “no escuchara” la petición –pues la muerte hay que pedirla- y “no enviara
la muerte” y se abandonara el Opus Dei, podría suceder que, en esas condiciones
psicológicas delicadas, alguien se infligiera el auto-castigo a posteriori: al no “perseverar”,
creyera que se merece “la muerte”. Es lo mismo que decía Escrivá: el orden de
los factores no altera el producto.
¿Escrivá tuvo en
cuenta esta posibilidad? Da la impresión que no. Da la impresión de que Escrivá
no se daba cuenta de lo que decía ni de sus consecuencias, posiblemente a causa
de centrar todo en su figura y en su organización. Es muy probable que su
egocentrismo le hiciera perder la cordura y afirmar cosas como: «Si no pasáis por mi cabeza, si no pasáis por
mi corazón, habéis equivocado el camino, no tenéis a Cristo»
(“Meditaciones” IV, p. 354). ¿Quién
puede creer semejante disparate? Es posible creerlo, si se padece un intenso
adoctrinamiento, como el que imparte el Opus Dei.
***
Tengamos en cuenta
esto: durante años se les machaca a los miembros del Opus Dei, ‑especialmente
los célibes- que “afuera está la muerte” y que es “deseable morir” antes que
“no perseverar”. La presión psicológica que ello significa –para quien cree con
la fuerza que exige el Opus Dei- es muy aguda, por no calificarla de siniestra.
La fe que el Opus
Dei exige es extrema (de entrega
total) y, desde esa fe extrema, se ordena creer en enunciados disparatados
(como los citados en este escrito). Sin esa fe, esos enunciados causan gracia,
pues son ridículos. Pero desde la fe extrema, se los toma tan en serio que
llegan a causar daño. Esto es inexcusable, y el Opus Dei es responsable.
Pensemos que, para
una persona con salud psicológica delicada, difícilmente dicha presión no
signifique un atentado contra su vida. Ya de por sí, pedir la muerte -estando dentro del Opus Dei-, es algo traumático,
por no decir una petición demencial: por eso, habrá que pedir la muerte con una
fuerza tan terrible como la misma resistencia natural, pues se trata de un
deseo que va contra el más básico instinto de supervivencia. Lo que aconseja
Escrivá es un desquicio (y también una muestra de abierto fanatismo).
Escrivá considera
que irse del Opus Dei es un horrendo crimen, en razón del cual es lícito pedir
a Dios la muerte.
¿Acaso Elías no
pidió la muerte para sí mismo (1Reyes, 19,4)? Sí, así fue, pero digamos que fue
un escenario completamente distinto, o al revés de lo que propone la teología
de Escrivá. Elías podría muy bien ser un estímulo para los miembros del Opus
Dei: pedir la muerte para de una buena
vez abandonar el Opus Dei, por no aguantarlo más. En las antípodas de Escrivá.
Y no es raro que más de uno esté haciendo esa oración en su soledad, porque no
ve la forma de librarse del Opus Dei.
***
Sigamos analizando
el consejo de Escrivá.
Si la muerte no
llegara “a tiempo”, si Dios no se dignara “escuchar la oración” del penitente
(que pide por su muerte como si se tratar de su
vida), vivir significaría “la
perdición”. Exacto: vivir “no habiendo perseverado”, significaría un castigo peor que el de haber muerto (de hecho,
la muerte habría sido “un alivio” y “un acto de misericordia” por parte de
Dios, según la teología de Escrivá). Dios habría decidido “no salvar” al
penitente mediante la muerte, y así entonces, la vida se transformaría en un
tormento. Sobrevivir a la muerte, lejos de ser una alegría, sería un signo de
condenación anticipada.
Recordemos las profecías del fundador:
«Si te sales de la barca [del Opus Dei], caerás entre las olas del mar,
irás a la muerte, perecerás anegado en el océano, y dejarás de estar con Cristo»
(Escrivá, “Vivir para la Gloria de Dios”).
«Si alguien se descaminara, le quedaría un remordimiento tremendo: sería
un desgraciado. Hasta esas cosas que dan a la gente una relativa felicidad, en
una persona que abandona su vocación se hacen amargas como la hiel, agrias como
el vinagre, repugnantes como el rejalgar» (Escrivá, “Meditaciones” III, pág. 389).
Por lo cual, ¿qué
tan difícil es pensar en el suicidio, en esas circunstancias de salud
deteriorada? Si vivir no habiendo perseverado es peor que la muerte, ¿no será
la muerte misma “la solución” a semejante vida desgraciada? Si, anteriormente,
la muerte hubiera sido “la salvación” enviada por Dios, evitando “el
descarrío”, y Dios no la ha enviado, permitiendo “el descamino”, y en
definitiva, “la perdición”: ¿no será la muerte, señal entonces, de “un merecido
castigo”, y al mismo tiempo, “un alivio” a semejante vida desgraciada? Si
total, ya está todo perdido…
***
El Opus Dei es un
tormento. Ya sea para los que viven dentro por temor a la muerte, como los que
viven fuera creyendo que se han condenado (salvo que se tenga la gracia de perder la fe en el Opus Dei
y en su fundador, lo cual no se consigue fácilmente).
Escrivá es
recurrente con el tema de la muerte, de manera alarmante (hasta aconseja
“matarse” por el proselitismo; y no lo dice en sentido “metafórico”: la presión
de los directores es angustiante). La muerte es una gran aliada estratégica
para el Opus Dei. Escrivá es un profeta de la muerte, que la proclama y la prédica
como medio de salvación y también como castigo. Sirve para todo.
E.B.E.
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