Campaniles

domingo, 13 de julio de 2014

Dos experiencias de PAZ en mi pasado



PazCiencia



        Como sugiere esta marca que uso para mi investigación como Mediadora, LA PAZ no es un don divino, ni algo que surge por generación espontánea como las setas.
Ni DIOS ni PASTEUR andan con ganas o tiempo suficientes como para dedicarse a conceder lo que nosotros no somos capaces de trabajarnos ni estamos en condiciones de demostrar.
        Tampoco creo suficiente lo de agitar banderas pacifistas, que acaban desteñidas, gritar eslóganes que se olvidan a las pocas horas o juzgar a los presuntos culpables de lo que sea, y que suelen ser simples testaferros de los verdaderos actores del drama.
        Y, siempre a mi entender, si hay algo definitivamente ineficaz, es implicarnos en una insensata caza de brujas, buscando culpables, posicionándonos a favor o en contra de unos u otros y –como vulgarmente se dice- haciéndoles el caldo gordo a los de este o el otro  bando, para acabar siendo la disculpa de los que utilizan las mayorías para gritar que tienen razón porque tienen más gente –votos- a su favor, porque ello me recuerda un romancillo que gusto de utilizar:
“Llegaron los sarracenos
y nos molieron a palos.
Que Dios ayuda a los malos
cuando son más que los buenos”.
       
        La PAZ hay que trabajársela. Y hay que mantenerla desde la NO PERTENENCIA a banderías de cualquier signo.
Y el CONTRATO DE TRABAJO para desempeñar la faena de LA PAZ ha de ser INDEFINIDO y con presupuesto emocional para las labores de  MANTENIMIENTO.
Se nos llena la boca gritando ¡LIBERTAD! Sin detenernos a pensar que sin PAZ nunca hay LIBERTAD.
A mi derecha un tal Carles A. Guitar, de Barcelona, de quien no supe más
¿Palabras?
¡No!
En 1968 -¿recordáis la el Mayo Francés de aquel año?- viví en carne propia dos experiencias de TRABAJO POR LA PAZ que quiero compartir.
La gente estaba tan crispada en Europa, que Francia pareció estallar por los cuatro costados.
No sé muy bien cómo surgió la primera de las vivencias, pero, de repente, a finales de Junio, me vi con una mochila al  hombro, en un tren camino de Barcelona, desde donde tomé otro  tren para Lyon a donde llegué antes de haber amanecido y, desde allí, después de comerme una lata de mejillones en el mismo anden, tomé otro a Maçon donde dejamos el tren e iniciamos el ascenso a pie hasta la colina de Taizé.
He dicho “iniciamos” porque, a aquellas alturas del viaje, ya nos habíamos reunido varios amigos españoles: Victor Cort y su novia (de Madridejos), Antonio Zapero (un cura que luego dejó de serlo) y algunos más de Madrid y Barcelona. Pronto se nos unieron varios suizos, algún italiano y unos más que debían ser de países para mí desconocidos. Se trataba de un encuentro internacional de juventud de distintos países y CREENCIAS que, durante unas semanas, vivimos y convivimos en la llamada Iglesia de la Conciliación un desnudarnos de nuestros credos para entender los de los demás.
Este muchachito era Holandés
Nunca olvidaré a Roger, el Prior  de la Comunidad, a Robert, el encargado de atender a los españoles. Ni a aquel hermoso muchacho rubio con pantalones vaqueros, que me ofreció una manta para poder desquitarme en la pradera del sueño acumulado durante tan largo viaje, desde mi Pueblo de Sierra Mágina hasta aquel otro cercano a los Alpes, y a la tarde me lo encontré enfundado en su largo hábito de monje sin haberse dado cuenta de que me había enamorado de él durante unas horas. En aquella aldea iba a vivir una de las experiencias más extrañas de mi vida: hablábamos idiomas distintos, muy distintos. Teníamos creencias distintas; muy distintas. Y una sola cosa en común: nuestra juventud llena de buena voluntad buscando las rutas de LA PAZ.
 El proyecto era compartir y compartirnos dentro de la meditación sobre lo que se puede hacer cuando todos somos uno con un proyecto común.
Hablar de Taize es hablar de una experiencia personal y SUBJETIVA que estoy segura de que, a pesar del proyecto común, fue distinta para cada uno de nosotros.Pero experimentamos el mundo de los afectos ajenos a las creencias.
Ninguno de nosotros podríamos ya batallar contra nuestros compañeros de aventuras de juventud.
Para quien quiera saber más OBJETIVAMENTE sobre Taizé, hay información en internet que siempre resultará insuficiente, porque nada tiene que ver lo que ES con lo que cada uno pueda experimentar. http://www.taize.fr/es   http://es.wikipedia.org/wiki/Comunidad_de_Taiz%C3%A9
Desde Taizé nos trasladamos a un Albergue de Juventud, en Chamberí, (Bougét du Lac), donde nos  preparamos para la segunda fase de nuestro viaje iniciático.
La segunda de mis experiencias de aquel año fue la RUTA DE PAX CHRISTI, de cuyo movimiento también hay constancia en Internet: http://www.paxchristi.net/es
Se llamaba Fernando. Y era sacerdote
Las RUTAS eran marchas a pie, de varias horas cada día, durante unos diez días, con varios grupos formados por unos 20 jóvenes de distintas nacionalidades que, partiendo de pueblos radiales, iban acercándose a una ciudad central donde convergerían todas las rutas días después. Cada noche se llegaba a una villa distinta donde la gente nos acogía en sus casas, nos ofrecían baño, comida y cama a cambio de la “velé” -la velada- que nosotros montábamos para el pueblo cantando, recitando e implicándolos en el conversatorio de nuestro tema, LA PAZ, que íbamos charlando entre nosotros durante la marcha.
La fiesta final fue aquel año en Annecy, y la fiesta, junto a la Estación de Ferrocarril, un acto de amor sin fronteras.
Este movimiento, aunque fuertemente impregnado de cristianismo de cualquier religión, (Católicos, Protestantes, etc.) nació promovido por jóvenes franceses y alemanes, como RESPUESTA LAICA a la II Guerra Mundial, con el fin de que, mediante el conocimiento entre los jóvenes de distintas (y enfrentadas) nacionalidades y los paisanos de los países donde se organizaban las Rutas, nadie quisiera ya entrar en una nueva confrontación mundial contra aquellos a quienes había abrazado y con los que había caminado en una peregrinación de PAZ sin banderas ni consignas.
UN COMPROMISO MÁS, Y DE POR VIDA entre los Routieres es que, cuando alguien de Pax Christi se presente en nuestra casa, SIEMPRE le daremos cama y comida. Durante años he estado recibiendo en mi casa a viejos Routieres de todos los Países.
Al hilo de esta historia, y en la coyuntura de lo que está sucediendo en Oriente Medio, se me ocurren algunas ideas de trabajo eficaz por la PAZ, al margen de cualquier idea o creencia:
¿Qué tal trabajar por un CAMPAMENTO DE PAZ EN NUESTROS PAISES, dónde recibir y reunir niños palestinos y judíos para que se conocieran de cerca a través del  juego?
¿Podríamos trabajar los afectos interculturales por la paz del futuro?

En "CasaChina" En un 13 de Julio de 2014

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