Campaniles

sábado, 5 de julio de 2014

LOGROS y PRECIOS



38/2014
(CREER en nuestras DECISIONES es CREAR LOGROS)

Si nos preguntaran por qué hacemos algunas cosas de las que hacemos, no sabríamos responder. Simplemente, lo hacemos porque somos reactivos y respondemos antes las distintas situaciones en que nos coloca la vida de forma mucho más automática de lo que somos capaces de explicar.
El problema germina dolorosamente en nuestro interior cuando somos nosotros mismos los que nos formulamos esa pregunta: ¿Por qué he hecho tal cosa? ¿Por qué he dicho lo que he dicho? ¿Por qué ha surgido este conflicto?
Cuando no tenemos una respuesta a estas preguntas, la desazón empieza a instalarse en nuestras vidas convirtiéndolas en algo difícil de manejar, y que suele desembocar en problemas personales y conflicto relacionales que nos hacen infelices.
La base de todo conflicto relacional se encuentra, casi siempre, en la falta de solución de los problemas personales.
Por eso, si somos capaces de abordar los problemas personales, tenemos mucho espacio ganado ante los conflictos relacionales, porque habremos aprendido a relacionarnos con nosotros mismos y con los demás en forma emocionalmente saludable.
Una de las bases de la Mediación es conocer los emplazamientos emocionales de las personas inmersas en un conflicto en el que vamos a intervenir, y que son:
Posiciones
Intereses
Necesidades
LAS POSICIONES se corresponden con lo renunciable. Es decir, con aquello que, superada una fase de inicial obstinación, es susceptible de ser reconocido como transigible, porque puede prescindirse de ello sin un coste emocional insoportable. (Por ejemplo, hay que ver lo que nos cuesta devolverle al contrario el secuestrado rosario de su madre cuando estamos enfurecidos, aunque ese rosario no nos sirva para nada, porque nosotros nunca recemos el rosario. Esa resistencia es estar posicionado).
No debiéramos olvidar que todo posicionamiento nace de pensamientos obsesivamente tóxicos, atrapados en espacios a los que no permitimos llegar el oxígeno del sosiego y de la flexibilidad emocional.
LOS INTERESES se encuentran en el campo de lo negociable, entendiendo como negociable lo que incluye un sentido de equidad que no necesariamente ha de coincidir con lo igualitario. (El coche blanco para ti, el negro para mí).
En ese espacio de negociación, en la que no hay que tener prisa pero tampoco dejarse fermentar como una manzana abandonada después de ser mordida, la inteligencia irá equilibrando la emotividad hasta rescatarnos como seres pensantes, capaces de distinguir entre el dolor y el sufrimiento. El dolor es consustancial a cualquier fracaso y ayuda a la adquisición de experiencia de protección; el sufrimiento es el sostén de lo obsesivo y conduce a los miedos o a las iras irracionales.
LAS NECESIDADES se identifican con aquello que resulta irrenunciable. (Por ejemplo, nadie puede “negociar” y comprometerse a no respirar, ni nadie puede obligarse a dar lo que no tiene, o ceder lo imprescindible para la subsistencia).
Los Mediadores JAMÁS trabajamos en fase de POSICIONES, porque en ella, las personas están tan “posicionadas” (valga la redundancia) que son emocionalmente inhábiles para adquirir compromisos maduros porque son incapaces de escuchar o de expresarse coherentemente, y lo único que necesitan y pueden hacer en esa fase es esgrimir la repetida y larguísima LISTA DE AGRAVIOS RECIBIDOS hasta que el globo de las emociones se desinfla del todo.
Lo bueno es que los Mediadores hemos adquirido técnicas de reconducción de situaciones (que nunca de decisiones de las personas) hacia la salida de posiciones perturbadoras, y alcanzar al descubrimiento de cuáles sean los verdaderos INTERESES y las NECESIDADES de los que se encuentran inmersos en la confusión laberíntica del antagonismo, permitiendo que se desinfle el globo de las iras para que no acabe estallando en mitad de la conexión vital.
Para llegar a ser buenos Mediadores, hemos de atravesar un continuo control de nuestras propias POSICIONES DIARIAS, control que acaba por transformar nuestras propias vidas sin apenas apercibirnos de ello. Es lo que yo llamo el “oportunismo coyuntural”, que se corresponde con un estado de sempiterno alerta, en el que fagocitamos cualquier acontecimiento que nos refuerce en lo nuestro, que no es otra cosa que el mundo de la Ciencia de la Paz: la PazCiencia.
Prevenida como estoy a las enseñanzas de mi entorno, quiero detenerme en una experiencia reciente y reconfortante.
Tuve la fortuna, hace pocos días, de ser invitada a un acto, celebrado en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación (RAJL), en el que intervino el Exmo. Sr. Don Rafael de Mendizábal Allende, con quien ya tuve la suerte de coincidir en otro acto en Bolivia, donde ambos fuimos invitados a intervenir, y donde se reforzó mi admiración por tan delicioso (y eximio) personaje.
En el último acto al que me he referido propuso algo que quiero compartir, porque, coyunturalmente, me hizo reconocer y comprender la SÍNTESIS de lo que es la vida de un Mediador, o, como el conferenciante dijo, de cualquier persona que quiera sentirse bien consigo mismo porque siente que alcanza sus objetivos. Estos tres puntos fueron su sencilla propuesta:
• Hay que reconocer lo que se quiere conseguir en la vida
• Hay que descubrir el precio que debe pagarse por aquello que pretendemos alcanzar.
• Hay que decidir si estamos dispuestos a pagar ese precio.

Durante dos días, pasados en una especie de inmersión en “función rumiante”, he CONCRETADO en mí esa invitación, tratando de encontrar mi propia respuesta a su propuesta.
1. ¿QUÉ ES LO QUE QUIERO CONSEGUIR?
La respuesta ha sido: Como quiera que lo esencial de la vida son las relaciones, quiero aprender a relacionarme con los demás en forma saludable para ellos y para mí, lo que sólo puedo lograr desterrando entrar en polémicas inútiles.

2. ¿QUÉ PRECIO TENGO QUE PAGAR?
Y me he contestado: el precio es mantenerme permanentemente alerta, minuto a minuto, no para espiar y juzgar las acciones y conductas ajenas, sino para evitar yo ser torpemente reactiva frente a esas conductas, incluso frente a las provocaciones manifiestas más directas.
La base de este enfoque sobre conductas está en no caer jamás en la descalificación personal, porque todos tienes sus propias razones/sinrazones para actuar como lo hacen y su derecho a decir lo que dicen desde su razón o desde su personalísima frustración. Ese respeto absoluto hacia las personas como tales no impide que pueda repudiar determinadas actitudes como objetivamente inasumibles desde mis propias creencias, siempre sujetas a revisión por otra parte.

3. ¿ESTOY DISPUESTA A PAGAR ESE PRECIO?
Definitivamente, sí. Aunque para ello, como dice Bernardo Stamateas en su Libro GENTE TÓXICA, la clave esté en no idealizar lo inalcanzable, ni esperar nada de nadie que, en el ejercicio de la administración de lo suyo, no esté dispuesto a darme a mí.
Y llegados a este punto, ¿No os entran ganas de preguntaros qué es lo que cada un@ de vosotr@s queréis conseguir?

En “CasaChina”. En un 5 de Julio de 2014

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