Campaniles

domingo, 20 de abril de 2014

JUEGO DE SOMBRAS Lo caústico de La Queja



24/2014
  “Un eclipse no es más que un juego de sombras”
(Oído en la radio el 20/04/14. RNE. Programa “No es un día cualquiera”)


El dolor avisa y redime. El sufrimiento envilece.
GavYola


JUEGO DE SOMBRAS
Lo cáustico de la Queja

Vivir es un recurrente eclipse de la luz que ilumina nuestra emotividad, un ir y venir a oleadas de tristezas y alegrías siempre cambiantes, un descenso cíclico de nuestras defensas emocionales, aquéllas que nos previenen frente al contagio de ese virus letal que es el sufrimiento.
Es inevitable que, a lo largo de la vida, se produzcan hechos dolorosos que oscurecen nuestro entorno. Es ésa la zona de sombras por la que no debiéramos resistirnos a pasar si queremos saber con certeza lo que significa la luz, porque sólo en la comparación de los opuestos reconocemos las seguridades lúcidas.
Lo que sucede es que, cuando entramos en la  zona de sombras quejándonos de la oscuridad, podemos empeñarnos eclipsarnos a nosotros mismos, en cerrar los ojos y, atrapados en lo absurdo, permanecer con los párpados apretados para no ver lo que nos rodea sin darnos cuenta de que de esa ceguera recurrente ya se ocupa la vida. Y sucede también que la retirada de las sombras puede que nos sorprenda, instalados en el lamento, con los ojos cerrados y con los párpados sellados por lo desabrido de la ausencia del llanto redentor, impidiéndonos ver que siempre, siempre regresa la luz.
Entonces, no es que nos envuelvan las sombras ajenas, sino que nos hemos acuartelado en nuestra propia sombra plañidera cerrando nuestros ojos a la luz que hay en los ojos que nos rodean.
La forma más común de cerrar los ojos a la luz es construir el edificio de nuestras relaciones sobre los cimientos de la creencia de que todo y todos los que nos rodean están dispuestos al ataque, a la descalificación y a la crítica, de forma que nos consagramos a sufrir por algo de dudosa consistencia, llenando nuestro entorno de un clamor de rencores y de quejas que acabarán por sacarnos de la zona de confort que a veces, y sólo por el tiempo necesario para salvarnos de nuestro parloteo con la tristeza, nos proporciona lo oscuro.
La queja es improductiva, y alarga el dolor nutriente hasta más allá de lo sublime para llevarnos a la zona del estéril sufrimiento hasta envilecernos. Porque no es lo mismo un “¡ay!” reactivo ante el dolor real que un “¡aaaaayyyyyyyyyyyyyyyyyyyy!” en “mi” sostenido mayor encerrado en el recuerdo de males ya pasados o en el temor a lo que está por venir y quizá no llegue nunca.
A la mañana todo es luz en La Plaza Mágica
Para explicarme, retrocederé a una plaza mágica de Marraquech, la Plaza de Jamaa el Fna, en la que hace muchos años le escuché a un “CuentaCuentos” la  siguiente historia, palabra arriba, palabra abajo:
 
Encantadores de serpientes y sacamuelas durante el día
 Había una vez, en una granja repleta de animales de todos  los pelajes y especies, un remilgado y quejicoso pollito que, a cada dificultad con la que se encontraba, con cada grano de trigo distinto al que él creía el adecuado, o con cada deseo incumplido, soltaba un afligido, furioso y sonoro y pío-pío. Y no digamos si alguno de sus colegas se atrevía a cruzar con él la mirada; porque entonces su pío-pío era un desabrido “y tú más”,  aunque solo le hubieran dado los buenos días.
Bullicio del anochecer
En la granja había también un gatito, astuto y paciente como todos los miaus del mundo, cuyo objetivo esencial era merendarse al chinchoso pollito, quien sólo dejaba de clamar su inagotable pío-pío cuando se veía perseguido “a carallo campante” -como hubiera dicho mi hombre si siguiera vivo-, por un miau tan insolente y contumaz, que le obligaba a emprender trabajosas, agotadoras y ridículas carreras, sintiendo siempre el aliento del felino en su cogote.
La Torre de la Plaza Mágica
En una de esas persecuciones, se refugió el pollito allí donde más cerca pudo esquivar a su perseguidor: en el establo de las vacas, a pesar de que detestaba la vulgaridad de aquellas señoras gordas, tetudas y exhibicionistas, que se dejaban magrear cada mañana y cada tarde por el gañán, y que lamían piedras de sal haciendo un ruido con la lengua que al pollito le resultaba asqueroso. Las vacas, como habréis visto, tienen los ojos tan llenos de amor que se les han tornado lo suficientemente grandes como para andar mirando miserias, así que una de ellas, conmovida por el trance de tan enclenque animalillo, soltó sobre él una abundante y fragante cagada que lo dejó oculto a los deslumbrados ojos del miau, cuya silueta en ese momento se recortaba a contraluz en la puerta del establo.
La Plaza Mágica por la noche. Testaurante popular
Ay, pero el pollito, realmente irritado por la mefítica ordinariez con la que aquella insolente vaca lo había envuelto, no pudo evitar levantarle la voz para increparla quejándose de su atrevimiento con un sonoro pío-pío, que fue revelador para un miau frustrado, ya dispuesto a la retirada.
Al escuchar tan sonoro piar, afinó el felino sus uñas en la piedra de afilar hocinos y ubios, ajustó sus andares a su condición cortés y escurridiza y, acercando su garra a aquella inoportuna cagada, extrajo de ella –eso sí: con suma delicadeza- a un repugnante pollito al que sacudió enérgicamente antes de llevárselo a sus hambrientas fauces, sin que el ave cesara de gritar su eterno pío-pío, aunque esta vez desconsolado  ante un destino inevitable.
         Contaba aquel “CuentaCuentos” de la Plaza Mágica de Marraquech que, durante mucho tiempo colgó del dintel de la puerta del establo una gran tabla de madera de chopo en la que el vaquero había grabado a fuego:

No todo el que te envuelve en mierda te quiere mal.
No todo el que te saca de la mierda te quiere bien.
Y no lo olvides: hay momentos en la vida en los que, aunque estés cubierto de mierda hasta los ojos, no debes decir ni pío.
        
Vuelvo a lo que escribía al principio para decir que el dolor es un simple juego de sombras, mientras que el  sufrimiento, sostenido en la queja malpensante, es una oscuridad eterna.
Porque el dolor avisa y redime. El sufrimiento envilece.



  • PALABRA PROPUESTA PARA SU CONTEMPLACIÓN: “Carallo”:
ttp://gl.wikipedia.org/wiki/Carallo
  • LUGAR MÁGICO: La Plaza de Jamaa el Fna, cambiante de tal forma que mil veces que se la visite al día, será siempre un escenario nuevo.

En “CasaChina”. En un 20 de Abril de 2014
Del Libro GOLEADA: Dolor 7, sufrimiento 0.

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