75/2014
Se ttrata de seguir mirando la cálida luz... |
(Serie “Compañeros de Viaje”)
-Háblame
de Guinea- le pedí a mi ocasional compañera de asiento en el autobús, cuando me
dijo que había vivido allí largos años.
-Yo
tenía una casa junto al mar, desde la que cada tarde miraba ponerse el sol, -me
respondió. No dijo nada más. Simplemente, volvió un poco la cabeza y siguió
mirando por la ventanilla, sin detener sus ojos en nada concreto que no fuera
aquella inmensidad que transitábamos.
Los
ojos de mi compañera de asiento eran entonces de un intenso verdor guineano, su
cabello, blanco como la luna llena en la cúspide de su recorrido nocturno, y su
voz, un simple susurro en el que cabían todos los silencios de África.
Entonces
comprendí que la historia de nuestras vidas, sean cuales sean los países que
hayamos recorrido, no es sino una casa antropomórfica desde la que cada tarde miramos
con asombro nuestra propia puesta de sol.
Gloria tiene
razón –pensé-; cuando se ha vivido tanto, y en tantos lugares, no hay mucho más
que contar. Se trata de seguir mirando la cálida luz con la que siempre se
acaba la tarde.
En “CasaChina”. En
un 10 de Diciembre de 2014
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