(Serie Gramátiquerias) 79/2014

Los puntos suspensivos han de ser los justos como para introducir una pausa emotiva sugerente; pero no tantos como para sugerir una carencia de ideas…
¡Son Tres! No
más de TRES.
En realidad,
los puntos suspensivos constituyen un solo signo
de puntuación que, o se utiliza como está concebido, o deja de ser
puntuación para convertirse en exuberancia, signo éste –me refiero a la “exuberancia”-
que no existe, por cierto, en nuestra gramática.
Dicen los que
saben que no sólo hay que evitar poner más de TRES puntos suspensivos, sino que
hay que utilizarlos con mucho talento pues, de ser una forma sugerente de
interrumpir un discurso, (Diccionario Panhispánico de Dudas) puede pasa a ser una demostración de pobreza dialéctica, e
incluso, la manifestación más zafia de espetarle al contrario un “no tengo más
que hablar contigo, así que…”.
Digo yo –que a
todas luces carezco de las luces ortográficas precisas para tratar de imponer
mi criterio- que los signos ortográficos, desde que se acabó lo de hablar en
latín, cuyo uso nos eximía de puntuaciones y de preposiciones, digo yo –repito-
que los signos ortográficos son como la
partitura para interpretar armónicamente la melodía del lenguaje.
Dicho lo cual,
me declaro “paladina andante” de ese signo de trípode lingüístico con el que
poder callarme gráficamente a mitad de una de mis muchas peroratas, tratando
así de sugerir un cierto talento que, a
veces, no estoy tan segura de poseer.
Así que, las cosas claras: ¿puntos suspensivos?
¡SI!, pero, con mesura, y nunca más de tres. Que, como se dice en
cuestiones de gramática, y de lechos donde echarse a retozar a lengua suelta, hay
que ir con tiento, y sabiendo que más de tres son multitud.
En “CasaChina”. En un 14 de Diciembre de 2014
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