Campaniles

sábado, 2 de enero de 2016

LA EDAD PARADÓJICA



01/2016

“Soy demasiado joven para ser vieja y demasiado vieja para ser joven”


(Película Tomates verdes fritos)


 (Sobre maledicencias y remedios)



       Llegada a esta estación aledaña a lo que está por llegar irremediablemente, tengo la sensación de poder mirar el mundo desde una colina sobradamente alta como para tener perspectiva exacta de lo que me espera, y lo justamente menguada como para poder disfrutar tirándome de cabeza al vacío sin miedo a romperme la crisma contra la hondura.
      Me levanto hoy con esta mágica confusión de haber vivido lo suficiente como para no sentir ya miedo al “qué dirán”, y lo suficientemente poco como para haber aprendido que, la mayoría de las veces, ese miedo al “qué dirán” se convierte en la realidad de lo que nadie dijo, o en que nadie dijo nada suficientemente pernicioso como para justificar la holganza y la flojera a la que lleva el miedo.

“Antes de ventilar el vuelo de la falda que vayas a ponerte cada día, mira de qué lado viene el aire”.

       Eso es lo que solía decir la Virtudes, la comadre oficial de aquel pueblo donde ejercí de Maestra durante algún tiempo.
      Resulta que, por entonces, la dirección del aire la marcaba el gallo que hacía el papel de veleta sobre la torre de la Iglesia; y que aquel pajarraco nunca miraba en la misma dirección. Y lo que era aún peor: había días en que el muy tunante se levantaba mirando a la desocupación, y de pronto, cual toro de dehesa metido en chiqueros, se ponía a derrotar en todas direcciones sin dar tiempo a poder sujetarse el ventoleo de las faldas, hasta dejarnos al personal con las bragas al aire.
      Visto que la veleta de cualquier iglesia estaba siempre tan dislocada que no atendía a razones, me eché yo a cavilar sobre el mejor remedio para no andar siempre agarrándome las faldas o enseñando las bragas.
     Claro que lo primero fue lo de investigar el porqué de tener que evitar con tanto ahínco lo de enseñar las bragas para que nadie las viera cuando, por otra parte, las modistas se dejaban los ojos en la tarea de pegarles entredoses a punto de incrustación y echarle vainicas en las orillas. Investigación que  me condujo una vez más al particular consultorio de La Virtudes, la comadre oficial de aquel pueblo donde ejercí de Maestra durante algún tiempo.

“Mira, hija: lo de bordar las bragas con tanta preciosería es para que, en llegando el día de antes, poder enseñar un buen ajuar colgado de las paredes, sin que nadie tenga que decir que vas al altar desnudica; porque, a la hora de la verdad, lo mejor es no llevar puestas las bragas. Y lo de no enseñar las bragas con cualquier aire que se alce es lo que tiene que  hacer cualquier moza que quiera que se le arrimen unos pantalones bien puestos que le pague de por vida las bragas que cada noche le quita”.

      Tengo que reconocer que la Virtudes, la comadre oficial de aquel pueblo donde ejercí de Maestra durante algún tiempo, hacía gala -según se mire- de una sabiduría bien rentable para cuando ejerces el mocerío, pero absolutamente inservible cuando ya no estás para bordar ajuares a punto de cruz, sino para hilvanar y pegar la hebra con un buen compinche de camino que no ponga todos sus empeños en el embrague. 

     Bien pensado, a estas alturas de mi vida, aún me queda el regocijo de la decisión que tomé tras el aldeano magisterio de la Virtudes: siendo como era, metida desde siempre en solitudes, no me quedo otra que cambiar a tiempo las faldas de vuelo “corte princesa” por ovarudos pantalones propios, que, mal que bien, se vienen tuteando con cualquier pantalón testosterónico con  el que se crucen, y ventilé los miedos pensando que no hay que  pasarse la vida mirando a las veletas de las torres, ni bordando bragas a punto de incrustación, para lucirlas el día del  muestreo del ajuar.
      Lo mío fue bragarme y fajarme en los remolinos propios, por mucho que el gallito de cualquier torre quisiera cacarear la dirección del viento según soplara.
      Y es que, como decía la moza de la película de “Tomates verdes fritos”, he llegado a la edad perfecta: “Soy demasiado joven para ser vieja y demasiado vieja para ser joven”.
Lo que quiere decir que, simplemente, SOY.

En “CasaChina”. En un 2 de Enero de 2016


       Letra del Poema de Piero 
SOY PAN, SOY PAZ, SOY MÁS
Yo soy, yo soy, yo soy, yo soy.
Soy agua, playa, cielo, casa blanca
soy mar Atlántico, viento de América
soy un montón de cosas santas
mezclado con cosas humanas.
Como te explico cosas mundanas

Fui niño, cuna, teta, pecho, manta…
Más: miedo, cuco, grito, llanto, raza.
Después cambiaron las palabras
y se escapaban las miradas.
Algo paso.
No entendí nada.
Vamos, contáme, decíme
Todo lo que a vos te está pasando ahora.
Por qué si no, cuando está tu alma sola, llora.
Hay que sacarlo todo afuera
como la primavera.
Nadie quiere que adentro algo se muera
Hablá mirándose a los ojos.
 
Sacá lo que se puede afuera
Para que adentro nazcan cosas nuevas.

Yo soy, yo soy, yo soy, yo soy
Soy pan, soy paz, soy más …

Soy el que está por acá
No quiero más de lo que quieras dar.

Hoy se te da y hoy se te quita
igual que con las margaritas
igual el mar
igual la vida, la vida, la vida, la vida

Vamos, contáme, decíme
Todo lo que a vos te está pasando ahora
Por qué, si no, cuando está tu alma sola, llora
Hay que sacarlo todo afuera
como la primavera.
Nadie quiere que adentro algo se muera
Hablá mirándose a los ojos.

Sacá lo que se puede afuera
para que adentro nazcan cosas nuevas, nuevas...

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