01/2016
“Soy demasiado joven para ser vieja y demasiado
vieja para ser joven”
(Película Tomates verdes fritos)
(Sobre maledicencias y remedios)
Llegada a esta estación aledaña a lo que está por llegar
irremediablemente, tengo la sensación de poder mirar el mundo desde una colina sobradamente
alta como para tener perspectiva exacta de lo que me espera, y lo justamente menguada
como para poder disfrutar tirándome de cabeza al vacío sin miedo a romperme la
crisma contra la hondura.
Me
levanto hoy con esta mágica confusión de haber vivido lo suficiente como para
no sentir ya miedo al “qué dirán”, y lo suficientemente poco como para haber
aprendido que, la mayoría de las veces, ese miedo al “qué dirán” se convierte
en la realidad de lo que nadie dijo, o en que nadie dijo nada suficientemente pernicioso
como para justificar la holganza y la flojera a la que lleva el miedo.
“Antes de ventilar
el vuelo de la falda que vayas a ponerte cada día, mira de qué lado viene el
aire”.
Eso es lo que solía decir la Virtudes, la comadre oficial
de aquel pueblo donde ejercí de Maestra durante algún tiempo.
Resulta
que, por entonces, la dirección del aire la marcaba el gallo que hacía el papel
de veleta sobre la torre de la Iglesia; y que aquel pajarraco nunca miraba en
la misma dirección. Y lo que era aún peor: había días en que el muy tunante se
levantaba mirando a la desocupación, y de pronto, cual toro de dehesa metido en
chiqueros, se ponía a derrotar en todas direcciones sin dar tiempo a poder sujetarse
el ventoleo de las faldas, hasta dejarnos al personal con las bragas al aire.
Visto
que la veleta de cualquier iglesia estaba siempre tan dislocada que no atendía
a razones, me eché yo a cavilar sobre el mejor remedio para no andar siempre
agarrándome las faldas o enseñando las bragas.
Claro
que lo primero fue lo de investigar el porqué de tener que evitar con tanto ahínco
lo de enseñar las bragas para que nadie las viera cuando, por otra parte, las
modistas se dejaban los ojos en la tarea de pegarles entredoses a punto de
incrustación y echarle vainicas en las orillas. Investigación que me condujo una vez más al particular consultorio
de La Virtudes, la comadre oficial de aquel pueblo donde ejercí de Maestra
durante algún tiempo.
“Mira, hija:
lo de bordar las bragas con tanta preciosería es para que, en llegando el día
de antes, poder enseñar un buen ajuar colgado de las paredes, sin que nadie
tenga que decir que vas al altar desnudica; porque, a la hora de la verdad, lo
mejor es no llevar puestas las bragas. Y lo de no enseñar las bragas con
cualquier aire que se alce es lo que tiene que
hacer cualquier moza que quiera que se le arrimen unos pantalones bien
puestos que le pague de por vida las bragas que cada noche le quita”.
Tengo
que reconocer que la Virtudes, la comadre oficial de aquel pueblo donde ejercí
de Maestra durante algún tiempo, hacía gala -según se mire- de una sabiduría bien
rentable para cuando ejerces el mocerío, pero absolutamente inservible cuando ya
no estás para bordar ajuares a punto de cruz, sino para hilvanar y pegar la
hebra con un buen compinche de camino que no ponga todos sus empeños en el embrague.
Bien
pensado, a estas alturas de mi vida, aún me queda el regocijo de la decisión
que tomé tras el aldeano magisterio de la Virtudes: siendo como era, metida
desde siempre en solitudes, no me quedo otra que cambiar a tiempo las faldas de
vuelo “corte princesa” por ovarudos pantalones propios, que, mal que bien, se vienen
tuteando con cualquier pantalón testosterónico con el que se crucen, y ventilé los miedos pensando
que no hay que pasarse la vida mirando a
las veletas de las torres, ni bordando bragas a punto de incrustación, para
lucirlas el día del muestreo del ajuar.
Lo
mío fue bragarme y fajarme en los remolinos propios, por mucho que el gallito
de cualquier torre quisiera cacarear la dirección del viento según soplara.
Y
es que, como decía la moza de la película de “Tomates verdes fritos”, he
llegado a la edad perfecta: “Soy
demasiado joven para ser vieja y demasiado vieja para ser joven”.
Lo que
quiere decir que, simplemente, SOY.
En “CasaChina”.
En un 2 de Enero de 2016
Letra del Poema de Piero
SOY PAN, SOY PAZ, SOY MÁS
Yo soy, yo soy, yo soy, yo
soy.
Soy agua, playa, cielo, casa blanca
soy mar Atlántico, viento de América
soy un montón de cosas santas
mezclado con cosas humanas.
Como te explico cosas mundanas
Fui niño, cuna, teta, pecho, manta…
Más: miedo, cuco, grito, llanto, raza.
Después cambiaron las palabras
y se escapaban las miradas.
Algo paso.
No entendí nada.
Vamos, contáme, decíme
Todo lo que a vos te está pasando ahora.
Por qué si no, cuando está tu alma sola, llora.
Hay que sacarlo todo afuera
como la primavera.
Nadie quiere que adentro algo se muera
Hablá mirándose a los ojos.
Soy agua, playa, cielo, casa blanca
soy mar Atlántico, viento de América
soy un montón de cosas santas
mezclado con cosas humanas.
Como te explico cosas mundanas
Fui niño, cuna, teta, pecho, manta…
Más: miedo, cuco, grito, llanto, raza.
Después cambiaron las palabras
y se escapaban las miradas.
Algo paso.
No entendí nada.
Vamos, contáme, decíme
Todo lo que a vos te está pasando ahora.
Por qué si no, cuando está tu alma sola, llora.
Hay que sacarlo todo afuera
como la primavera.
Nadie quiere que adentro algo se muera
Hablá mirándose a los ojos.
Sacá lo que se puede afuera
Para que adentro nazcan cosas nuevas.
Yo soy, yo soy, yo soy, yo soy
Soy pan, soy paz, soy más …
Soy el que está por acá
No quiero más de lo que
quieras dar.
Hoy se te da y hoy se te quita
igual que con las margaritas
igual el mar
igual la vida, la vida, la vida, la vida
Vamos, contáme, decíme
Todo lo que a vos te está pasando ahora
Por qué, si no, cuando está tu alma sola, llora
Hay que sacarlo todo afuera
como la primavera.
Nadie quiere que adentro algo se muera
Hablá mirándose a los ojos.
Sacá lo que se puede afuera
para que adentro nazcan cosas nuevas, nuevas...
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